- Debilidad muscular generalizada.
- Cansancio.
- Disnea o sensación de falta de aire.
- Tos seca.
- Problemas para tragar o disfagia.
- Alteración de la marcha y/o el equilibrio.
- Problemas psicológicos (angustia, miedo, ansiedad).
Al fin y al cabo, alteraciones que impedirán desarrollar el día a día con normalidad y afectarán a la calidad de vida. La fisioterapia es una herramienta fundamental para contrarrestar esos efectos negativos de la enfermedad y restaurar la mejor calidad de vida posible. Una vez que el paciente abandona el hospital, se hace imprescindible continuar con su recuperación a través de fisioterapia motora y sobre todo respiratoria.